Carta de la Luna Llena

por Abr 13, 2025Carta

¡Om Shanti! Carta al Profesor/a de Yoga

Esta carta se dirige a ti, Profesor/a de Yoga, que pretendes instaurarte en las cumbres de la consciencia humana.

· A ti que andas de sala en sala erigiéndote en bastión del buen hacer corporal, el buen creador de la paz, el feliz integrador de comportamientos ejemplares, el gran guía de la profesión meditativa.
· A ti, el de la sonrisa eterna, el de la seriedad y rigurosidad trascendental de la flexibilidad articular del cuerpo, al de la voz moldeada, entonada y permanentemente relajante.
· A ti, pastor de seres humanos con anhelos de relajación, de salud, de trascendencia, guía de seres que pretenden poderes, cualidades o “siddhis”.
· A ti, profesor de cosas ocultas que pocas veces salen a la luz.
· A ti, “jugador” de las energías internas y, en definitiva, “descansador” de almas.

Hemos llenado nuestro mundo con el viejo “hábito” de pensar imperfecciones y ver ignorantes a nuestro alrededor, pero la evolución del ser pasa por crear en tu vida el “hábito” de calificar constantemente tu mundo con la “perfección”, y ver y sentir en los demás lo bello y sabio que poseen.

La calidad de nuestra mente y de nuestro ser depende de la acción voluntaria de permitir o no la entrada a formas nocivas de pensamiento: derrotismos, dudas, críticas, descalificaciones, etc.

Nuestra libertad está en elegir el pensamiento. O eliges lo mejor que puedes pensar sobre el mundo y las gentes que lo habitan (impecabilidad), o eliges por debajo de tus posibilidades y entonces comienza la “andadura” de tu sufrimiento.

Si piensas que el otro se va a aprovechar de ti,
eso es un derrotismo.
Si crees que tú sabes más que casi todos,
es un engreimiento ignorante.
Si opinas que tus enseñanzas son las mejores,
que “Dios te coja confesado”.
Si te parece que los demás están equivocados y no tú,
qué grave equivocación la tuya.

Clamo a Tu Consciencia ¡oh, profesor/a de Yoga!

para que aprendas a ir de la mano con quien tú crees que es tu enemigo porque te está enseñando tu cara oculta que no quieres ver.

Clamo a Tu Capacidad de Amor desinteresado,
¡oh, impecable profesor/a de Yoga!

porque dentro de cada ser humano hay un gusano horrible y feo. Abrázalo y dile
“Te quiero”, y enseguida, le nacerán alas y se convertirá en mariposa multicolor.
(Francisco de Asís)

Clamo a Tu Fuerza intuitiva,
¡oh, inquebrantable profesor/a de Yoga!

porque nuestra mente “enseñante” nos hace repetir modelos de comportamiento erróneos, como si fuéramos “ratas de biblioteca” insaciables que devoran libros y conceptos sin cesar.

“¡Cuidado, no hagas esta postura así, que te vas a lesionar!
¡No comas esto que es incompatible con…!
¡En las escrituras pone que…!
¡Mi maestro dice que…!
¡El Yoga asevera que…!”

¿A qué le tienes miedo? ¡oh, amable profesor/a de Yoga!

¿A que no se te reconozca como un sabio?
¿A quedarte solo y no ser importante dentro de tu gremio?
¿Tienes miedo a las críticas?
¿Temes que alguien descubra tu ignorancia?
Si no es así, ¿por qué te defiendes tanto?
¿Por qué te pones tantas máscaras?
¿Por qué te rodeas sólo de los que te dicen que sí a casi todo?

Has de saber ¡oh, metódico profesor/a de Yoga!

que estás calificando tu alma cuando criticas o desvalorizas a los demás; que en todo tiempo y lugar, Dios da su “luz” a los humildes y se la niega a los soberbios; que el estado de Yoga sólo lo reciben los pobres en egoísmo e interés, a quienes todas las puertas del Universo interno se les abren; que es un privilegio vivir la soledad con gozo y que el dolor es un premio a la virtud y no un castigo por el error; que no debes pelear ni preocuparte por tener muchos aprendices, sino convertirte en aprendiz de muchos.

Escucha, ¡oh, amado profesor/a de Yoga!

Al final obtendrán el poder de la “Alegría eterna”, no los que más saben, sino los que más son.
¿Te has detenido a pensar si estás escalando “hacia abajo” la “montaña” de los listos, los conocedores de Todo y los astutos cazadores de “migajas” de poder que siempre ganan la partida y siempre salen con la suya?
¿O has optado por rebajarte siempre para acceder a las cumbres de la Gran montaña
de la Infinita Sabiduría, donde sólo viven las flores exóticas de la humildad, la
generosidad y la paciencia?

Pero me gusta decirte, ¡oh, enigmático profesor/a de Yoga!

Que huyas del alma que te alaba y abraces al que te critica con el corazón en la mano.
Que no rindas culto al Poder en tu ámbito profesional. Permanece alerta porque el poder tiene redes tan invisibles, como la sombra del vuelo de una mariposa sobre un árbol de un bosque en una noche oscura.
Que escuches tu corazón para comprobar si está tramando algún plan oculto para obtener poder y fama en tu profesión.
¿Sabes si estás contribuyendo en alguna medida a aislar a algún compañero que no
opina como tú?
¿Estás dejando ser a tus iguales?
¿Estás queriendo ser protagonista de tu película o eres un servidor infatigable para que sea la película de todos y con todos los que deseen participar en ella?

¿Sabías, ¡oh, tremendo profesor/a de Yoga!

Que a todo iniciado en la senda del espíritu le ponen dos pruebas finales para superar y trascender, que son el “poder” y el “sexo”?
Que el Yoga es unión de opuestos y que esto hay que practicarlo y ser consecuente con este principio en la vida cotidiana, si quieres seguir este camino?
Que eres una pieza clave para que el vehículo de la consciencia humana de esta humanidad evolucione?
Y tú más que nadie has de enseñarme a mí, que soy uno de tus tenaces alumnos, elevando la vibración de tu pensamiento lo más alto que puedas.

Pues muy bien sabes que el ser humano
en lo que piensa se convierte,
imita lo que ve,
habla lo que escucha,
crea lo que siente,
da y recibe el producto de lo que hace
y vivirá lo que es capaz de imaginar.

Te comunico desde lo más profundo de mi corazón, a ti profesor/a de Yoga,
¡maravilloso alquimista de las energías internas y sutil mago del silencio!

Que la verdadera ciencia espiritual requiere liberarse de ciertas debilidades obsesivas del pensamiento para dejar de ser esclavo de las necesidades y demandas coercitivas del ego.
Que he visto mucho practicante, sea profesor o no, con mentes esclarecidas y con gran aspiración, pero que consiguen pobres resultados en su práctica. ¿Por qué? Es esa gran cantidad de pequeños hábitos enraizados y cronificados en la misma célula.
Son hábitos del pensar y del comportarse a los que no damos importancia, pero que restan mucha energía imprescindible para el crecimiento espiritual.

Te animo ¡oh, encantador profesor/a de Yoga!

A que confíes en tus alumnos por encima de todo porque son “chispitas de luz” como
tú que se acercan a Ti para que juntos creéis un gran foco de luz cada vez más necesario en esta humanidad.
A que extraigas de todos tus alumnos lo más hermoso que hay en ellos.

Perdóname, ¡oh, dulce profesor/a de Yoga!

si en algo te he herido porque soy un infatigable aprendiz de Yoga y de todo camino que pueda conducir a la Tierra mística de la Paz entre humanos. Porque sólo en ella existen campos de cultivo abonados para que, esos “siddhis” que tanto anhelas, florezcan y den sus frutos.

Perdóname, sí, ¡oh, firme y riguroso profesor/a de Yoga!

por ser un aprendiz incansable y muy incómodo para quien se instaura inamovible en el sillón de su autocomplacencia obsoleta y anodina, creada por su gran caudal de conocimientos mentales no aplicados a la vida.

Pero también te diré, ¡oh, magistral profesor/a de Yoga!

que mi mirada sabe a miel,
cuando eres capaz, ante mí, de reconocerte en el error,
cuando te acercas a mí para investigar la vida como hermanos que somos,
cuando no te pones “tacones” para mirarme,
cuando te manifiestas y actúas como un pequeñito servidor de los demás,
cuando te veo sonreír y abrazar a tus “rivales” y compruebo que sabes extraer
de ellos sus cualidades, ensalzándolas, y cuando pones tu cálida mano
allá donde me duele.

Yo, como eterno aprendiz, quiero verte a ti, profesor/a de Yoga, como un
verdadero Maestro/a:

Que, al enseñar, me hace ver que sé tanto como él.
Que, al corregirme, ve la luz que soy aportándome confianza en mí mismo.
Que me comprende poniéndose en mi lugar y no sentenciándome.
Que me estimula y no me desanima, ni me ve como un caso perdido.
Que fomenta mis iniciativas, descubriendo mis capacidades.
Que me despierta la alegría de servir humildemente, sobre todo con su ejemplo.
Que no se “apalanca”, demostrándome que investiga y progresa en cada alegría y en
cada dolor que la vida le presenta.
Que piensa antes de actuar y que ríe antes de pensar; es decir, que sabe reírse de sí
mismo. Así la vida será divertida a su lado y los aprendices tendremos siempre una
compañera infatigable: la alegría.

Y a vosotros os digo ¡oh, prolíficos y fascinantes profesores/ras de Yoga!
hermanos mayores en este misterioso sendero que hemos elegido:

Que sólo cuando os hayáis vestido con la túnica de los sabios confeccionada con la tela
de la sencillez,
cuando os pongáis el gorro de la sonrisa inocente,
os introduzcáis los guantes de la dulzura
y os calcéis con las sandalias de la humildad y la confianza,
os podré llamar Maestros de Divina Sabiduría.

Pues mucho más importante que todos los conocimientos de Yoga que podáis tener, es
crear armonía entre todos los seres que lo practican. La discordia, la separación y el
aislamiento sólo germinan en los lugares donde no se han aprendido las bases
esenciales del Yoga.

Soma