Carta de la Luna Llena
El Yoga Esenio · La misión · La Sadhana
¡Para lograr que esta carta esté en tus manos, un duende ha entrado en tu
mente, un hada te ha embriagado el alma y un mago te ha seducido con su
abrazo!
Hazlo, realízalo, plásmalo, créalo, precipítalo. Ahora ya no importa tanto el cómo ni el porqué. Ya no tiene tanta importancia el motivo ni el objetivo. Tú ya sabes el qué, y si no lo sabes, entra en silencio, pregunta y te lo dirán.
La Fuerza de la transformación espiritual está actuando ya en la Humanidad. Sé rebelde, audaz, creativo, que el brillo de la osadía se dispare por tu mirada, por tu boca, por tu pecho y tus manos.
Te han dado la oportunidad de vivir en un espacio-tiempo de exámenes finales, de cambio de estación, de exponer tus logros y progresos con el préstamo existencial que un día te hicieron. Demuéstrale al Cielo todas las pruebas, atrevimientos, aspiraciones, emprendimientos y creaciones que has logrado materializar. Ahora ya no es tiempo de intentos sino de acciones y realizaciones.
Manda a paseo el “sentido común” y la “lógica” de la mediocridad; son inútiles, aburridos e inoperantes para que la Humanidad dé el salto cualitativo que le corresponde hacer ahora en su evolución existencial.
El Yoga es un estado de Alianza con el Gran Profundo que el yogui incorpora cuando ha creado las condiciones para que la Gracia descienda desde lo alto sobre su ser. Y no sólo sobre su ser, sino sobre todos los seres que por afinidad o por karma le corresponden.
Éramos, somos y seremos rayitos de Dios, chispas del Gran Profundo. En todos los países de la Tierra han existido y existen yoguis y yoguinis que establecen un vínculo con la Divinidad porque, de lo contrario, hace mucho tiempo que la Humanidad se habría autodestruído.
No importa el camino que uno haya elegido, lo que importa es esa alianza (Yoga) con el Invisible que todos, tarde o temprano, conseguiremos; porque no podemos aguantar, por mucho tiempo o muchas vidas, la sed que nos produce el vivir separados o alejados de la Fuente que nos creó y que nos lanzó un día al proceso eterno de la evolución.
· Conectar con el Divino es el propósito principal del Yoga.
· Sumisión y rendición hacia su plan es el primer requisito.
· La entrega total es la condición indispensable.
· La fe es el ingrediente fundamental.
· La voluntad firme y la resistencia son las herramientas necesarias.
· La paciencia infinita y la perseverancia es la reacción eficaz ante toda adversidad.
· La humildad es la clave de acceso al programa espiritual.
· El desapego es la medicina del alma.
· El silencio es el primer paso.
· La paz lo es todo.
· El entusiasmo y el buen humor son el alimento del espíritu. Es preciso alimentar nuestra vida con entusiasmo y alegría profunda. Las religiones son métodos obsoletos para la era que ya ha comenzado. Parecen mecanismos viejos que no responden a las inquietudes del ser humano actual, son fórmulas rancias que no sirven para alimentar el alma del buscador de hoy. Ritualismos caducos,
fetichismos vacíos, estampitas y rezos ancestrales sin contenido anímico, etc.
¡Qué cantidad de prejuicios absurdos utilizamos a la hora de enfrentar el sendero espiritual con el ámbito material! Debemos desarrollar la capacidad de integrarlo todo, de lo contrario daremos muchos rodeos y nunca llegaremos a abordar nuestro objetivo.
Todo ello no hace sino confundir,
dónde, cuándo y cómo debes actuar;
dónde, cuándo y cómo actúa el Gran Profundo en nuestras vidas;
dónde, cuándo y cómo nos ayudan los maestros;
dónde, cuándo y cómo debes efectuar tu misión sobre la Tierra;
dónde, cuándo y cómo la Luz te acompaña.
Los templos son los lugares donde menos está lo que queremos que esté en nuestra vida.
¿Qué mejor templo que tu propio corazón?
¿Qué mejor oración que “Lo que Tú quieras, Señor”?
¿Qué mejor terapia que amar lo que se odia?
¿Qué mejor libro sagrado que los ojos de tu hermano?
¿Qué mejor altar que cada circunstancia kármica de tu vida?
He visto y paseado por decenas y decenas de templos, miles de personas agolpándose y empujándose por ver, estar cerca y adorar monumentos y pedazos de piedra moldeada y estatuas frías e impasibles, creyendo que ese pedazo de piedra que representa a la divinidad te va a salvar del sufrimiento. Esa divinidad está más presente en el corazón del hermano que estás “empujando” que en la ansiada piedra sagrada o estatua que anhelas ver o tocar.
Adoramos piedras muertas y entramos en templos fríos porque no podemos acceder al templo cálido de nuestro propio corazón.
Construimos santuarios de múltiples formas porque no sabemos introducirnos en el santuario luminoso y sencillo de nuestra propia alma.
Encendemos inciensos y velas porque somos incapaces de iluminar cada acto de nuestra vida con discernimiento y atención.
Cantamos múltiples retahílas aliñadas de aburrimiento porque no podemos convertir nuestra vida en un canto, en un “gita” al Gran Profundo.
Llenamos de flores los templos externos porque somos incapaces de abrir el capullo que espera dentro de nuestro pecho, para que le aportemos la luz solar de nuestro discernimiento, el agua viva de nuestra alegría de vivir y el abono de nuestra compasión y entrega.
Muchas de las palabras que vuelco hoy en esta carta de Luna Llena fueron “alumbradas” desde el “Samadhi” de Aurobindo y Madre en el Ashram de Aurobindo en Pondicherry (India), lugar donde fueron enterrados estos dos magníficos maestros y donde vivieron sus últimos años. Estuve en ese lugar allá por el año 2006. Es un espacio en la Tierra mágico, muy sencillo, debajo de una gigantesca acacia. La gente pasa, se arrodilla e intenta meditar. La devoción se palpa en el ambiente y la presencia de estas dos almas también.
Auroville fue el proyecto de ciudad fraternal del futuro que inició Madre y se va construyendo poco a poco con el esfuerzo de miles de personas entusiastas que anhelan vivir una nueva realidad en la Tierra.
He recorrido varios ashrams (escuelas de entrenamiento espiritual y de acogida), múltiples y distintas formas de entender la vida y el crecimiento espiritual humano; he visto y sentido cómo lo que estuvo vivo y palpitante de fuerza, sabiduría y entusiasmo, la ignorancia humana lo congela en moldes dogmáticos que pretenden ser la verdad absoluta de algo que no se puede congelar, dogmatizar, institucionalizar, politizar, exclusivizar ni utilizar como herramienta de poder, de manipulación o crematística.
El Gran Profundo se nos escurre de las manos, del corazón y de la mente
cuando surge en nuestra alma el moho de la prepotencia y del orgullo
espiritual.
Como os digo, lo que reflejo en esta carta fue escrito también bajo un magnífico baniano que se yergue junto al Matrimandir de Auroville. Una especie de árbol que acostumbra a echar raíces desde sus propias ramas, para soportar el peso de las mismas, que se lanzan osadamente al espacio, alejándose de su tronco hasta cincuenta metros o a veces más. Y ahí me ocurrió esta anécdota que comparto ahora con vosotros.
Para llegar a poder permanecer debajo del mencionado baniano tuve que presentar la tarjeta de residente. Luego me dijeron: “Vete, mira y vuelve”. Seguidamente se presentó un cuidador uniformado de azul que me acompañó hasta el mismo tronco del árbol diciéndome:
“Siéntate en este banco de piedra y medita”.
A continuación, mi curioso compañero se alejó unos metros, dio media vuelta y se quedó mirándome con curiosidad. Yo, en mi acostumbrada y tenaz rebeldía a la parálisis mental y a la cuadratura del óvalo cerebral, decidí pasar del curioso guardián, me escondí detrás del inmenso tronco, y sentándome en el suelo, cerré los ojos. Al poco rato, me dispuse a escribir lo que tienes entre manos, es decir, parte de esta carta la escribí jugando al escondite con el guardián del baniano. Este seguía dando vueltas alrededor del tronco para controlar mis rarezas formales. Llegó a ponerse a mi lado para ver qué escribía. Esto, en una ciudad del futuro…
Pero llegó la hora de comer y ante la urgente e imperiosa demanda gástrica, el guardián azulado paso de mí olímpicamente y pude encontrarme solo en este espacio tan bello. El entorno, potenciado por el Matrimandir era tan impresionante, que ante semejante espectáculo me quedé mudo, no me salían las palabras, ni los comentarios.
Estos sobran cuando la fuerza y la maravilla del Invisible vibran. No obstante, siento que los mejores templos físicos de Dios son el corazón humano y la Naturaleza en sus infinitas formas. Era un buen momento para entrar en silencio y percibir las ocultas melodías y los mensajes del Invisible actuando sobre lo visible.
El mayor obstáculo para la transformación, el mayor impedimento, es el apego a que las cosas sean tal como creemos que son, es decir, el apego a nuestra visión del mundo.
Sé moderno, emprendedor, un vanguardista del espíritu, no vivas de las cenizas del pasado, ni vivas en casas invadidas de polillas mentales y emocionales. Hace falta ser muy rebelde para llevar a cabo el camino del Yoga Esenio.
Sé un rebelde de los ritos establecidos y cultos caducos, pero conviértete en ayudante silencioso de los que imitan al Dios Creador intentando ser artistas de la vida cada día.
Sé un subversivo de lo acomodaticio, pero cultiva tu cuerpo y tu alma para incorporar poder de adaptación en toda circunstancia, tiempo y lugar.
Lleva la guerra en tu cuerpo contra la inercia, pero aprende a fluir con gozo en inundaciones, tempestades, terremotos, huracanes y eclosiones de toda naturaleza.
Revoluciona a las mentes repletas de drogadicciones, incomoda a las mentes “chimenea”, a las mentes alcoholizadas, a las mentes necrófagas (comedoras de cadáveres), a las mentes televisivas y a las mentes aletargadas por el miedo al cambio. Pero sé compasivo y cariñoso con el que clama libertad y anhela romper sus propias cadenas.
Sé veneno diarréico para los explotadores y manipuladores de almas inocentes, pero
conviértete en elixir de vida para los que emplean su tiempo en crear felicidad ajena.
Sé detective público para los que no saben hablar sin iniciar cada frase con el pronombre “yo”, pero protege a los humildes y defiende a los silenciosos.
Sé gas lacrimógeno para los prepotentes, orgullosos y egóticos, pero sé cálido y risueño para los sencillos e ingenuos.
Sé activo, osado, silencioso y sabio, y olvídate de “pamplinas” místico-emocionales, chismorreos “borreguiles” y cotilleos “de gallina clueca”.
El Cielo siempre ayuda a los valientes y hace falta ser uno de ellos para ser un yogui-ni hoy, en medio de esta Humanidad. Si no eres osado, no comiences este camino.
Ya sé que todos tenemos miedos, temores, recelos, debido a reminiscencias del pasado. Se mantiene vivo en nosotros el temor a los animales, al hambre, a la oscuridad, a los elementos de la Naturaleza, al dolor, al frío y a tormentos múltiples que hemos vivido a lo largo de nuestras vidas. Todo esto está grabado en nuestras células, amarga nuestra existencia y deteriora el amor que sentimos hacia el mundo.
Todo ello es nuestro ruido celular, las bocinas estridentes e inarmónicas de nuestro organismo que impiden -primero-, la conexión directa con el alma y -segundo-, acceder al estado de paz y pureza y al contacto con el Invisible en sus diversas manifestaciones.
En el Yoga Esenio se trabaja intensamente con el cuerpo desde todos los ángulos a través del ejercicio físico y la meditación. El cuerpo es la gran limitación, la gran muralla. El ejercicio físico y la meditación constituyen, según los últimos descubrimientos de la ciencia moderna, las mejores herramientas de neurogénesis cerebral (regeneración neuronal). Puedes transformar tu manera de pensar y de sentir con relativa facilidad, pero eliminar los códigos celulares inarmónicos es una tarea ardua, tenaz y prolongada.
Sólo tenemos posibilidad de transmutar aquello que hemos vivenciado, por lo tanto, el problema no está en el error o el dolor, la cuestión es cómo convierto esta experiencia en consciencia y en gozo del alma. La experiencia por sí misma no te aporta evolución ni crecimiento. Sólo cuando a la experiencia le añadimos el ingrediente de la voluntad de investigar y descubrir la mano oculta del Gran Profundo y el sentido que posee dicha experiencia para nuestra evolución, sólo entonces, la experiencia, el error y el dolor son útiles.
No podemos existir sin gozo. La vida en sí misma se manifiesta en diferentes grados de “satchidananda” (existencia, consciencia y felicidad). El ser humano se desintegra si no vive la felicidad. No somos conscientes ni valoramos la cantidad de gozo que nos aporta la existencia, lo ricos de “satchidananda” que somos. Incluso cuando hay dolor, el gozo existe de fondo, para ayudarte a vivenciar la experiencia dolorosa y transformarla en consciencia. De no ser así, nuestras células se secarían o saltarían en pedazos. Lo que las mantiene unidas es el “ananda” (gozo) universal en tu microcosmos corporal.
Y por último, decirte que observes en qué forma estás unido a la mugre de la Tierra; en la medida que la abraces podrás transformarla. No quieras estar solamente entre los decentes, puros y correctos. Ama también a los que están más en la oscuridad que tú y ofréceselo al Cielo con profundo amor.
A través de la reencarnación, el alma desciende una y otra vez a un
cuerpo material.
En una sola encarnación no puede manifestar su esencia divina, porque
el cuerpo, con sus limitaciones y exigua adaptabilidad, no se lo permite.
Vida tras vida, golpe tras golpe, experiencia tras experiencia, dolor tras dolor,
gozo tras gozo, el alma se va puliendo y va manifestando su verdadero
Ser, su verdadera Belleza, su verdadero Origen Divino.
Hablando de la sadhana, para animarte un poco, te comento:
Disciplina es igual a alegría profunda; a más disciplina, más alegría. El entusiasmo, la alegría profunda o lo que llamo “la felicidad sin nombre”, aumenta en proporción directa al nivel de sadhana o disciplina que apliques cada día. Vivirás esclavo de los pensamientos pasajeros, de los impulsos sensoriales y movimientos emocionales, si no aplicas una autodisciplina en tu vida.
La sadhana es aquello que haces para recordar quién eres, de dónde vienes y a dónde vas. Es decir, recordar que eres un alma y que ella debe gobernar en tu vida. El objetivo de la autodisciplina, también, es alcanzar el don de la maestría de uno mismo. Un maestro es alguien que ha logrado el autodominio en uno o más aspectos. Este autodominio o maestría se inicia con las técnicas y se extiende progresivamente a todos los aspectos de la vida cotidiana.
La consigna es: Yo practico porque me amo,
si me amo podré amar al mundo,
si amo al mundo, podré ayudar a la Humanidad.
Es conveniente para la sadhana y el camino del Yoga, seguir las siguientes pautas:
1. Ámate, ama a los demás y ama a Dios.
2. Practica, olvida y no tengas miedo.
3. Sirve, da y no pierdas el tiempo.
4. Rodéate de buscadores de la verdad, “satsanga”.
5. Aliméntate de forma vegetariana por sus influencias benéficas sobre la
conciencia.
6. Descansa, relaja, suelta, cede, acepta, libera, ríndete y desapégate.
7. Purifícate mentalmente a través de la sinceridad, el silencio y la paciencia
inagotable.
8. Ten presente y contempla en tu vida cotidiana los “yamas” y “niyamas”.
9. Pon las condiciones para recibir la gracia del Gran Profundo, pues sin ella, ni
un solo paso se puede avanzar.
Sin una disciplina diaria y sin estos nueve puntos,
la felicidad es tan difícil de degustar,
como encender fuego en el fondo del mar.
Soma
